Patxi Sánchez me dejó unos cascos para el Mundial porque me olvidé los míos en Granada, y como se me pasó devolvérselos a la vuelta, me ha amenazado con denunciarme si no escribía este artículo. Los que me conozcáis de mi etapa de colaborador en Dominaria sabréis que odio los reports al uso, así que espero hacer de estas líneas una reflexión os resulte interesante y, con suerte, os sea de utilidad.
Cuando me bajé del avión de vuelta de Ámsterdam lo único que quería era descansar, perder las cartas de vista unos cuantos días y olvidarme de lo que había pasado en el torneo. Me fui a la playa y tras unos días de relax y reflexión interna, no he querido perder la oportunidad de dejar plasmadas en un artículo mis impresiones y conclusiones antes de que el tiempo las borre.
A modo de resúmen, el equipo lo conformábamos Joel Calafell, Juan Carlos Adebo (Charli), Francisco Moreno (Fraskito) y yo. Tuvimos la suerte de poder quedar una semana antes en la casa de Benalmádena de Charli para prepararlo todo mejor, una oportunidad de la que seguro muy pocos equipos disfrutaron, aunque al final resultó no ser tan útil como creíamos.
La ilusión era muy grande, además creo que por parte de todos (a pesar de que entre los cuatro había gente novata como yo y Joel, que jugaba su sexto mundial consecutivo). Sin embargo la ilusión venía en parte provocada por lo buenos que creíamos que éramos. El ambiente era optimista tanto en el equipo como en la gente que nos seguía; incluso Rich Hagon, en un vídeo en el que analizaba por encima uno a uno a los equipos, nos colocaba con posibilidades de top8. Todo eso hizo que el palo final fuera aún más gordo.
El torneo
Teníamos en la cabeza que un 4-3 era pasar al top32 (a pesar de que a Suecia no le valió), pero también que el resultado del día 1 era muy importante en el desempate del día siguiente, así que no nos cerrábamos a alcanzar simplemente ese 4-3. Nuestro resultado final fue 3-4 con derrotas ante Nueva Zelanda (dos, en construido y limitado), Eslovenia y Holanda; y victorias ante Lituania, Macedonia y Dinamarca.
El fracaso
No me gusta dramatizar, realmente grandes equipos cayeron en el primer día; esto es Magic. No obstante, es muy importante analizar por qué pasan las cosas, especialmente cuando son negativas. Tras reflexionar bastante, mi opinión es que hicimos cosas mal y que no tuvimos suerte, y que estos dos factores se reparten la culpa de nuestro fracaso al 50%. Quiero decir con esto que si hubiéramos hecho todas las cosas bien, habríamos pasado aún sin tener suerte; y que si hubiéramos tenido suerte, habríamos pasado a pesar de habernos equivocado en algunos puntos.
Con no hacer algunas cosas bien, me refiero a la organización del testeo, a la manera de testear (que no fue productiva) y a la cantidad que testeamos cada formato. Estoy seguro de que muchos equipos cometieron los mismos errores que nosotros u otros parecidos, pero eso no es una excusa ni una explicación para nada. Seguramente tampoco sea fácil detectarlos antes de cometerlos, pero lo bueno es que tengo la sensación de que si tuviéramos que volver a preparar un Mundial los cuatro juntos, haríamos las cosas muchísimo mejor. Espero que el año que viene al menos uno de nosotros forme parte del equipo nacional y pueda aportar la experiencia y las conclusiones que nos ha dado este torneo.
Lo positivo
Obviamente no todo fue malo. La experiencia fue sencillamente increíble; jugar un torneo representando a mi país, con un equipo así… No lo olvidaré nunca. Ya podré contar siempre que jugué un Mundial.
A pesar del calor que hacía, el sitio del torneo con todas las banderas de cada país, la zona de coverage, etc, me gustó bastante. Y ya en otro orden de cosas, quiero destacar un gesto que honra a Joel, que siendo sin duda el mejor del equipo por resultados y experiencia, se ofreció él mismo a no jugar la porción de estándar, pues los otros tres ya nos encontrábamos a gusto con nuestras respectivas barajas.
En cuanto a Ámsterdam, es una ciudad que había conocido hacía mucho y de la que apenas recordaba nada, y lo cierto es que me agradó tanto su arquitectura como su estructura como su gente. Por suerte, el sábado vino Fonx desde La Haya para animarnos un poco, y nos bebimos unas copas por el centro para olvidarnos de todo.
España
Ahora me gustaría compartir con vosotros algunos pensamientos que no están relacionados con el torneo, como parte de esta reflexión interna.
Históricamente siempre se ha hablado de que en España todos nos creemos muy buenos y que no nos organizamos, que somos todos muy egoístas y que sólo miramos para nosotros y para nuestros amigos. Es cierto que tenemos los egos bastante subiditos para lo que somos en realidad, aunque para mí Magic en España es más un ecosistema propio. Me explico: tenemos una cantidad enorme de jugadores, un montón de ellos muy válidos, una comunidad que se mueve muchísimo y todo lo que esto conlleva. Hasta tenemos un programa de salsa rosa como es Flamear! Somos “felices” de algún modo en nuestra casa, aunque luego cuando salgamos por ahí nos vapuleen. Aquí nos conocemos todos y nos lo pasamos bien.
Hay muy buenos jugadores españoles, pero con el nuevo gravy train es prácticamente imposible, a no ser que se produzca un resultado muy bueno en un Pro Tour, que alguno se asiente en el circuito profesional durante un tiempo y que sea mundialmente conocido por toda la comunidad. En EEUU obviamente es otra historia, mientras que el resto de países con tradición como Japón o Francia tuvieron grandes jugadores en el pasado y ahora viven de ello.
No obstante, a pesar de todo esto creo que los resultados de los españoles en los GPs de fuera de España están mejorando considerablemente. Hay una generación de jugadores jóvenes que viene pisando fuerte, y de los que hay que destacar algunos nombres propios que me llaman especialmente la atención. El primero, el de Toni Ramis; creo que es, hoy por hoy e indiscutiblemente, el mejor jugador de este país. Siete GPs, una estampada. El resto, dos top8, dos top16, un top32 y un top64. Esos números están ahí, y no son casualidad. Puedo decir sin miedo que no hay ningún jugador en el mundo con ese porcentaje de éxito en Grand Prix.
Por otro lado, querría hablar del hombre que me ha amenazado para escribir este artículo: Patxi Sánchez. No son sus resultados, que no son malos, sino la manera de jugar y de entender el juego que tiene. Son muchos años viendo jugar a gente, y Patxi es uno de los que te impresiona, además de tener siempre grandes ideas tanto en limitado como a la hora de construir una baraja. Ganó un PTQ para Philadelphia y no pudo ir al Pro Tour, y luego un WMCQ con Gales para este último Mundial y Wizards no le permitió ir. Quizá más de uno habría dejado de jugar tras cosas como esa, pero creo que él ni se lo ha planteado, y ese tipo de cosas son las que demuestran lo gran jugador que es y lo mejor aún que va a ser.
No querría acabar sin mencionar a jugadores aún más jóvenes como Óscar García o mi paisano Álvaro Sánchez (Lopey), que ya han debutado o van a debutar en el Pro Tour. No hace falta ser muy listo para ver que con la edad que tienen y lo bien que lo hacen van a llegar hasta donde ellos quieran.
Por último, me gustaría mencionar a la ciudad de Málaga como ciudad donde jugar a Magic. He estado en muchas, y sin embargo a día de hoy Málaga es sin duda la mejor; por ambiente, por cantidad y calidad de jugadores, por organización… por todo. Voy mucho a Málaga por la cercanía y los amigos que tengo allí, y siempre que voy me tratan como uno más. Seguid así!
Desde mi punto de vista
Para mí, el Mundial era una ocasión más especial de lo que debería ser por sí mismo. Era la guinda a una temporada de buenos resultados; sobre todo porque el año que viene no podré competir como lo he hecho últimamente por motivos universitarios y laborales, y quería hacerlo lo mejor posible para quedarme con un buen sabor de boca. Quizá por eso el palo fue un poco más fuerte para mí que para el resto del equipo.
La primera vez que toqué una carta fue un verano de 2001, tenía sólo nueve años. Se empezó a jugar en mi urbanización y la fiebre por el juego fue total, aunque eran otros tiempos y éramos sólo niños. No había internet, ni seguíamos formatos, ni había nadie que jugara bien; el que tenía una revista Serra era el rey del mambo. Obviamente, de esa generación sólo quedo yo. Aquel chaval de nueve años no podía siquiera soñar con disputar un Mundial. Hoy, con veintiuno, miro hacia atrás y sobre todo hacia esos tiempos, y me invade una nostalgia increíblemente bonita cuando recuerdo la felicidad con la que empecé a jugar a este juego. Era otra manera de entender Magic, pero era maravillosa. No soy ni seré un pro, pero cuando repaso los años que han pasado hasta el día de hoy y miro lo que he conseguido, me siento muy orgulloso.
Siempre jugaré a Magic. No hablo de competir, hablo de jugar; puedo decir con seguridad que hacerlo es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida (sino la mejor). Amo jugar, y aunque la adrenalina y la sensación de victoria de la competición enganchan, no hay nada que me entretenga más que jugar formatos absurdos o barajas malas para echar el rato. Por eso nunca he sido capaz de testear demasiado, porque la monotonía de las barajas competitivas enfrentándose en partidas que eran calcos unas de otras siempre me ha resultado insufrible. Ahora no sólo el cuerpo me pide un poco de aire, sino también las circunstancias: si es posible, uno debe intentar vivir de lo que le entusiasma, y los trenes no esperan. Eso no quiere decir que esta temporada no vaya a jugar ningún PTQ ni ningún GP, pero cuando lo haga lo haré porque el resto de asuntos que me ocupan me lo permitan y con mucha tranquilidad y muchas ganas de disfrutar del juego. Sé que las ansias por competir y por querer jugarlo todo volverán algún día; dependerá entonces de que tenga tiempo para ello o no.
He conocido gente maravillosa gracias a este juego. Gente que me ha tratado de escándalo y que me ha dado su confianza sin pedir nada a cambio. He hecho amigos que me van a durar toda la vida, y con los que seguiría teniendo una relación de amistad total aunque dejara las cartas para siempre mañana. Quiero deciros, tanto a ellos como a los que no os conozco, que sigáis disfrutando de Magic, que sigáis ilusionándoos, teniendo ganas de competir y de pasarlo bien. Ganas de viajar, de dormir donde haga falta, de contar las mil anécdotas que surgen durante un viaje, de salir por ahí después de estamparse, de giñar como nadie en la ronda decisiva, de llorarle tres horas a vuestro colega porque no entró la tierra o de simplemente echar una pachanga y jugarse unas cervezas. Que nunca perdáis las ganas de jugar a Magic porque, al final, es un tesoro que conocemos pocos.
Y que por tanto pocos podemos disfrutar.
Mario Zúñiga